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YPF, los argentinos y el kirchnerismo

jueves, 3 de mayo de 2012 0 comentarios

Ante cualquier nueva política implementada surge la pregunta sobre las opiniones que provoca. Las encuestas de opinión pública constituyen una herramienta eficaz para conocer las miradas y reacciones que distintas políticas provocan en la sociedad. Sin embargo, en la mayoría de los casos encontramos que las opiniones que se configuran en torno a una decisión específica de gestión reflejan posicionamientos preexistentes. Es decir, las opiniones “específicas” sobre determinadas políticas tienden a ajustarse a la opinión general subyacente que se tiene sobre el gobierno que las implementa. Consultado sobre las bicisendas, un “progre porteño” argumentará que no resuelven el problema del transporte y que dificultan el tránsito, pero sus consideraciones nacen más de sus antipatías hacia Mauricio Macri que de su experiencia directa relacionada con las bicicletas. De igual modo, un opositor al kirchnerismo explica, convencido de su ecuanimidad, que los kelpers no deben ser ninguneados porque representan un pueblo con derechos. Cree estar cuestionando un abordaje particular de la cuestión Malvinas, cuando en realidad se está oponiendo al kirchnerismo.
Lo que ocurre es que los acuerdos y desacuerdos políticos que surcan una sociedad no se disuelven ni se vuelven a armar en torno a cada nueva medida que se lanza. Este fenómeno revela la dificultad que enfrenta aquél que desea encapsular las opiniones sobre un episodio específico, ya que la opinión pública se configura en deuda con un contexto y con una historia. En otras palabras, las opiniones sobre políticas específicas trasladan de contrabando posicionamientos más integrales sobre la política, el gobierno y el país.
El caso es que, ocasionalmente, aparecen medidas que desarman los desacuerdos y producen intersecciones más amplias, donde coinciden mayorías que no parecen reunirse con mucha frecuencia. Cuando se produce este tipo de consenso vale la pena examinar su anatomía, ya que allí descansan pistas de la matriz cultural e histórica de una sociedad, pistas de lo que somos. La coyuntura muchas veces desfigura las identidades y perfiles más profundos, aquellos rasgos que dan forma a la fisonomía singular de un país.
La recuperación de YPF constituye uno de estos casos, en los que salen a la superficie acuerdos más amplios y la sociedad confluye en un mismo sentimiento, en una misma opinión. En los días posteriores a la medida, comenzaron a circular distintas encuestas que ilustraron el generalizado acompañamiento que suscita la medida. Se trata de una coincidencia que alcanza a más de siete de cada diez argentinos, aunque el dato más elocuente para calibrar la magnitud de la aprobación reside en que la mayoría de quienes tienen una mirada crítica del Gobierno evalúa positivamente la decisión anunciada por la Presidenta.
Desde Ibarómetro realizamos un amplio estudio con el objetivo de detectar los factores que intervienen y generan esta suspensión del desacuerdo, esta inclinación colectiva por un mismo punto de vista. (En los estudios de opinión pública suele considerarse el umbral del 70 por ciento, como frontera que autoriza a hablar de “consensos”). En otras palabras, ¿por qué el 76 por ciento de los argentinos aprueba la medida tomada por un Gobierno al que votó también una mayoría pero de proporciones más reducidas?
Una vez dimensionado el tamaño de la 
adhesión, surge entonces el interrogante acerca de las causas que configuran esta mayoritaria coincidencia entre los argentinos. El generalizado apoyo a la recuperación de YPF contiene diversas dimensiones por lo que no debe ser simplificado ni reducido a un único aspecto. En primer lugar, la medida puso en juego un componente emocional importante en virtud del capital simbólico y sentimental que envuelve a YPF.
En este sentido, la recuperación de la empresa activó, o mejor dicho, reforzó un sentido de orgullo relacionado con el nexo histórico e imaginario entre argentinidad e YPF. La medida desnuda un extendido sentimiento de orgullo ligado a la imagen de un país que no sólo recupera una empresa, sino que recupera un elemento muy caro a la “Identidad” que trasciende las fronteras políticas. Las identidades nacionales se condensan en personalidades, episodios o instituciones, que logran simbolizar una serie de valores compartidos y sintetizar recorridos históricos comunes. YPF ocupa ese lugar, en el que se enhebra una pertenencia colectiva. No obstante, sobre este punto puede surgir una confusión. La alegría y el orgullo con los que la mayoría de los argentinos recibió el anuncio no equivalen a la reacción frente a un mundial de fútbol, cuando la identidad nacional cobra protagonismo, apoyada sobre una coincidencia estrictamente sentimental, festiva, pero desprovista de acuerdos más profundos. En el caso que analizamos, los resultados del estudio obligan a desacatar la lectura de la aprobación en clave de gestión emocional, como si se tratara de una medida sin sustancia alrededor de la cual se conforma una coincidencia puramente folclórica.
Los altos niveles de aprobación se explican, también, en virtud del clima ideológico que la sociedad argentina viene respirando en los últimos años, y que se distingue por una revitalización del valor de lo público, por una fuerte demanda de un Estado interventor y reparador de injusticias e inequidades. Esto es, en los últimos años, la Argentina ha restaurado valores muy constitutivos de su cultura política histórica que habían sido descalificados bajo el ecosistema cultural de los noventa. Los resultados de estudios diversos de Ibarómetro dan cuenta de que la sociedad argentina atribuye al Estado nacional la responsabilidad principal sobre la situación del país, en los distintos ámbitos en que opera. Es decir, se le imputan los problemas pero lo novedoso, y contrastante con las décadas anteriores, radica en que ahora se lo considera, fundamentalmente, parte de la solución. Ante la “depredación privada” aparece la demanda de un Estado que intervenga, regule, controle… que se haga cargo.
En esta dirección, los argentinos entienden que el Estado nacional es el responsable de debilidades que advierten en el terreno energético, pero al mismo tiempo lo consideran el único actor capaz de resolverlas y por ello creen correcto y necesario que el país controle sus recursos naturales y energéticos.
En tercer lugar, la adhesión a la medida incluye también un componente racional, en el sentido de que existe una importante expectativa de que una YPF controlada por el Estado tendrá un impacto virtuoso sobre la economía argentina y redundará en beneficios para el país.
En suma, la aprobación a la recuperación de YPF compagina ingredientes emocionales, ideológicos y consideraciones económicas.
Con relación al impacto que la medida tiene para el kirchnerismo, el anuncio funciona reforzando lo más valorado por la sociedad de su ADN: la audacia como estilo y la reivindicación del Estado y de lo público como elenco distintivo de principios. En este sentido, la medida no es percibida como una decisión coyuntural o extemporánea, sino como una decisión congruente con la historia y con la orientación ideológica que se le reconoce al gobierno nacional. Las estrategias discursivas de algunos medios y dirigentes políticos opositores orientadas a mostrar que la “estatización” de YPF representaría un nuevo zigzagueo ideológico del kirchnerismo no se ajusta a la mirada mayoritaria de la opinión pública, desde cuya perspectiva la medida es la culminación de una trayectoria compatible con la decisión adoptada.
En las últimas semanas, la pérdida de algunos puntos en el acompañamiento al gobierno nacional había precipitado algunas interpretaciones en términos de “cambio de clima”. Hoy, la imagen del Gobierno recupera alturas que tales caracterizaciones habían descartado. Los analistas que defendieron la tesis del cambio de clima podrían invocar la frase de Hegel, según la cual “Si la historia no se corresponde con la Teoría, pobre la historia”, o podrían cuestionar los núcleos principales de su argumentación. Es lo que haremos con estas últimas palabras.
Por un lado, aun las mismas encuestas utilizadas para “demostrar” el cambio de clima ilustraban la persistencia de los dos datos políticos fundamentales del escenario político argentino: la popularidad del gobierno nacional y la debilidad de toda la oferta opositora.
Asimismo, las eventuales e inevitables intermitencias que puede sufrir la imagen de cualquier gobierno no representan, necesariamente, un “cambio de clima”, ya que éstas aluden a ciclos singularizados por la difusión y el fortalecimiento de ciertas actitudes y valores que ganan la escena pública. El clima cultural e ideológico de la Argentina actual se estructura alrededor de tres convicciones centrales, compartidas por la mayoría de los argentinos: la reivindicación de lo público, la búsqueda de una mayor igualdad y el respeto a la diversidad. El kirchnerismo ha ejecutado diferentes medidas que lograron, como la recuperación de YPF, alcanzar consensos mayoritarios. La Asignación Universal por Hijo, el pago de la deuda al Fondo Monetario, los juicios a los genocidas, la estatización del sistema previsional y el matrimonio igualitario. Allí puede extraerse una radiografía del “clima de época”, del que el kirchnerismo es causa y consecuencia.
El kirchnerismo interpreta una época y construye una épica. Por el momento, la sociedad argentina no percibe que exista una alternativa política con esas dos cualidades.
Fuente:Debate

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