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La rebeldía no se mancha

viernes, 28 de septiembre de 2012 0 comentarios

Si tuviera que recuperar el glosario de palabras y sensaciones de aquellos años, en el inicio de los '80, las primeras que aparecen son: temor, delación, ocultamiento, sanción, desaparición. Sabíamos que al ingresar a nuestro querido "liceo de señoritas", el cuerpo y la mente debían ajustarse al control y a la disciplina, desde la ropa hasta las ideas. Que la menor actitud de rebeldía nos expondría a la sanción generalizada. Que sólo se podía murmurar lo que había pasado con los chicos de Flores, porque "algo habían hecho".
El enciclopedismo recalcitrante de la época dejaba en el camino a los que no podían, no les daba para tanta cultura enlatada o no se disciplinaban.
Educación y proyecto de país están profundamente relacionados. La escuela media, nacida al calor del orden y el progreso, desde el Nacional de Bartolomé Mitre, se orientó a la preparación de las clases dirigentes y fue antesala del ingreso a la universidad. Una escuela media vinculada a un modelo productivo e industrial no formaba parte de los dirigentes del modelo agroexportador.
Durante el primer peronismo, con las escuelas fábrica y con la Universidad Obrera, se buscó plantear una educación secundaria vinculada al trabajo y a un modelo de desarrollo industrial. Sólo un momento.
Los años siguientes marcaron una continuidad tanto en lo curricular como en las formas de incorporar a los jóvenes a la institución escolar, silenciando su rebeldía. Una juventud silenciada, disciplinada, informante, aséptica, apolítica es parte de un determinado proyecto de país, que define que nuestro destino es la dependencia y la especulación por sobre la soberanía y la profundización de un modelo productivo que requerirá personas formadas en los saberes y competencias necesarios para el desarrollo tecnológico e industrial.
No es casual que el gobierno de la Ciudad reproduzca las prácticas que signaron a la educación durante el proceso que destruyó nuestra economía y nos sumió en la etapa más oscura del país. Es urgente que empiecen a cambiar su glosario e incorporen palabras como diálogo y libertad. Treinta y dos usinas de práctica democrática y de despliegue del ejercicio de ciudadanía de quienes tendrán, no ya muy lejos, la responsabilidad de ser protagonistas de nuestra vida como nación, lo reclaman.
Fuente:Tiempo Argentino

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