El año 2012 se caracterizó por los límites que encontró el kirchnerismo -hoy devenido en cristinismo- para imponer su proyecto hegemónico de reformar la Constitución para hacer irreversibles las reformas que está realizando y permitir un tercer mandato consecutivo -o más- de la Presidenta.
En este marco, el acontecimiento político más importante del año fue la protesta convocada desde las redes sociales el 13 de septiembre. Fue lo que en política se llama un imponderable: esas situaciones o fenómenos que no pueden preverse, pero que irrumpen cambiando los escenarios esperados o más probables. Hasta entonces no parecía probable que el oficialismo pudiera perder el control de la calle y que de ello derivarán hechos políticos importantes. Hasta esa fecha parecía posible que Cristina Kichner reformara la Constitución para ser reelecta en 2015, pero desde entonces se sucedieron acontecimientos que lo tornaron improbable, aunque no imposible.
La caída de la popularidad o aprobación del gobierno se explica por tres factores. El primero es que ganar siempre implica mejorar la imagen entre quienes no votaron por el ganador y esto suele decantar en los meses siguientes. El segundo es que la economía se ha frenado en 2012 y el desempleo ha vuelto aumentar aunque sea levemente. El tercero es que la Presidente no sólo ha hecho decir a su partidarios que tendría otro mandato, sino que además ha mostrado la intención de girar hacia el modelo venezolano y ello ha generado resistencias en sectores de la clase media que votaron en 2011 por el Gobierno y ahora lo están abandonando.
El principal desafío político de 2012 ha sido, así, el efecto del 13S y el 8N dentro del peronismo, con el avance de la candidatura de Scioli, gobernadores que resisten con éxito a la Casa Rosada -como De la Sota y Peralta- y el paro general del sindicalismo opositor liderado por Moyano. El desafío surge así del sector no peronista, pero se termina concretando dentro del peronismo.
El nuevo factor emergente en la política es la protesta de las redes sociales, cuyo futuro es incierto, pero el beneficiario de esta situación ha sido sin lugar a dudas Scioli como eventual candidato a la Presidencia.
Para el Gobierno el conflicto genera poder y no hay transformación sin confrontación. Por esta razón, sumar enemigos no es un problema sino una oportunidad de crecimiento. Redoblar la apuesta y no negociar o ceder es esencial en la personalidad política del Kirchnerismo-Cristinismo y ello se mantendrá.
Pero también, cuando más se radicaliza el Gobierno en el corto plazo, más voluntades suma la oposición en sus diversas vertientes (política, redes sociales, sindical y mediática), como viene sucediendo desde septiembre.
Que el Kirchnerismo-Cristinismo haya tenido su primer paro general en diez años de gobierno y al mismo tiempo haya perdido el control de la calle es un problema importante para un gobierno peronista, que por lo general han logrado mantener con éxito cierto control sobre la protesta sindical, a diferencia de lo que sucede con el radicalismo. Por ello es aún más crítico para un gobierno que se asume como populista. Sin sindicatos y sin movilización, hoy el Gobierno carece de dos condiciones esenciales para las coaliciones populistas exitosas.
Hacia el futuro, la clave política de 2013 es la elección legislativa de medio mandato. Su resultado determinará finalmente si el oficialismo reúne la masa crítica en el Congreso para imponer una negociación sobre la re-reelección, como hizo Menem con Alfonsín después de la elección de 1993.
Fuente: La Tecla
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